La construcción de muros de granito, en su modalidad de “muro de piedra seca”, sin argamasa, se han usado tradicionalmente para la separación de fincas, estando protegidos en las Normas Subsidiarias, tanto por el interés que representa su técnica constructiva, como por su integración en el entorno.

Están conformados por piedras irregulares, de tamaño variable, con escaso o nulo labrado, colocadas mediante apilado por selección in situ y ajustada su trabazón mediante pequeñas cuñas del mismo material. La estabilidad se garantiza por  la habilidad del cantero para ajustar los planos de asiento, su espesor y su escasa altura. Se rematan con piedras por piedras regulares labradas, denominadas cobijas, que colocadas en sentido transversal a los muros, contribuyen a la estabilidad del muro y a su resistencia a las condiciones climáticas.

La ausencia de argamasa o mortero como elemento de unión, permite una mejor adaptación del sistema a las irregularidades del terreno, así como una mejor flexibilidad ante los esfuerzos del viento y un óptimo drenaje frente a la escorrentía.

Estos elementos representan una práctica constructiva arraigada históricamente y consecuencia de la necesidad de organizar los espacios de vida y trabajo. Su alto valor estético viene determinado por la sencillez y evidencia de la técnica constructiva, así como por la utilización de la piedra como recurso de proximidad, lo que garantiza el equilibrio entre la actividad humana y el medio ambiente.

Hablamos con José Luis del Prado, uno de los artífices de la reconstrucción del muro de granito que se encuentra en el Camino de Peña López y la cañada en El Boalo: “El muro original podía llevar, fácilmente, 200-300 años construido” y tiene un perímetro aproximado de 800 metros, en la parte que da a la calle». 

Es en abril de 2022 cuando comienza, junto a Israel de Lema, la reforma de este muro: “en algunos sitios hemos tenido que hacer un trabajo de contención, porque el camino ha ido subiendo para facilitar el acceso a la Ermita, y hemos tenido que subir el muro hasta alcanzar los casi 2 metros en algunos puntos para evitar que salga el ganado. Los árboles, conforme han ido creciendo, han movido el muro y ha habido que hacer un cajeado para salvarlos.”  

Durante el paseo, José Luis nos cuenta que las lluvias les han hecho parar las obras de reconstrucción en varias ocasiones, siendo el invierno una época inhábil para trabajar en la reconstrucción del muro. La mampostería es un trabajo que ha ido transmitiéndose de generación en generación: “hemos hecho una obra como se hacía antaño, para que dure mucho tiempo y que guste a los vecinos del municipio”, nos cuenta José Luis.